DON COMOÉ.
Don Comoé. Así lo llamábamos porque tenía un apellido que, para nosotros, era impronunciable. Era uno de los tantos gringos que caen por Tilcara, como si en sus pagos no tuvieran nada que hacer y que uno nunca sabe que para qué mierda están acá ni de qué viven.
Apenas llegó, alquiló una piecita en la casa de Doña Asunción, frente a la canchita del Huasamayo. Se lo veía andar de acá para allá, con su mochilita al hombro, con cara de no entender nada.
Habría pasado poco más de un mes de su llegada cuando se puso de novio con María de los Milagros, la hija de Doña Panchita, la que tiene el restorán “El Tilcareño”, cerquita de la Terminal. Fue una sorpresa para todos, porque ella tiene poca inteligencia y menos belleza, tanto es así que ningún
chango de estos lados se había dignado a hacerle “los favores”. Se los empezó a ver bien abrazaditos: él, altote y blanconcito; mientras ella (que apenas le pasaba la altura del
pupo), morochita y con
chaskas como espina de cardón, andaba a su lado a las rengueadas (porque era bastante renguita, la pobre), como esquivando las piedras de la calle. Pero dicen que el amor es ciego y, además, uno no conoce el gusto sobre mujeres que pueden tener estos
kankitas.Parece que fue amor a primera vista, porque a los dos meses se casaron (algunos se ríen, todavía, del lío de letras que se le armó a la pobre jefa del Registro Civil cuando tuvo que pronunciar el nombre del gringo). A pesar de que él, según contaba el jefe del Correo, recibía todos los meses un jugoso giro de Europa, se puso a ayudar a su suegra, así que lo veíamos todas las mañanas haciendo las compras en el Mercado, con los dedos llenos de Curitas por los tajos que se hacía cortando verduras, discutiendo precios y calidades o decidiendo si convenía más el cordero de Abra Pampa que el de Cieneguillas.
Habrían pasado dos o tres años de matrimonio cuando se tuvo que volver a Europa por problemas de familia, según dijo. Nunca volvió ni se tuvo noticias.
Y ahora me lo estoy recordando porque hace un rato mi hijo mayor me pegó el grito:
- ¡Papá, venga para acá: ¿este no es el gringo que se casó con
la Milagros?!
Buscando otras cosas por internet, encontró una foto suya. Cuando pudo traducir, debajo decía: “Siegfried Streintemberger, propietario de la cadena internacional de restaurantes ’Sabores Andinos’, retratado junto a su bellísima esposa Frida instantes antes de entrar en su nuevo local de París”.
¡Bien vivito había sido el Don Comoé, a pesar de la cara de sonso que tenía!
PD: "Comoé" es una contracción de "¿como es?" y por estos pagos quebradeños se lo usa cuando no se conoce o recuerda el nombre de algo: se usa tanto para personas (como "Don Comoé") o cosas ("alcanzame el comoé"), reemplazando al "coso" que se usa en otros lugares.