En un frío, ventoso y bastante nublado día tilcareño, les dejo este cuento, inspirado en algo que sucedió hace casi cincuenta años atrás, en tierras bastante lejanas y en lo que me contaran como historia verídica de un pueblo de la Quebrada, cuyo nombre no viene al caso… ni tampoco el del médico protagonista.
DOCTOR SERAPIO.
Tuvieron que buscarlo en medio de la comparsa, donde andaba enredado y a los manotones con una chinita bastante pulpudita. Apoyado en el enfermero que a duras penas consiguió llevarlo de vuelta al Hospital, lleno de papel picado, enserpentinado, enharinado, con demasiado Saratoga y vino encima, el doctor Serapio llegó a la Guardia y vio el cuerpo tendido en la camilla, chorreando sangre por todos lados. - ¡La puta madre: este cristiano está hecho mierda! Vos, dale oxigeno urgente y usted -le dijo a la mucama- tráigame un café con mucho azúcar y ese vinito hervido con canela y miel para levantar la presión, que la tengo baja… - ¿Una dosis o menos del vinito, doctor? - No, medio litro… o más, si hay ¡y rápido, carajo, que se nos va el paciente! Cuando volvió la mujer, tomó el jarro con el vino y le ordenó que le llevara el café al enfermero, porque tenía que ayudarlo y lo iba a necesitar. Un poco recompuesto por el efecto del alcohol y armado con bisturí, aguja, hilo de sutura y, muy especialmente, el coraje del chupado, juntó partes del cuerpo, cosió, cauterizó, entablilló y, ante el asombro del enfermero, hizo un sinfín de cosas más parecidas a malabares circenses que a acciones quirúrgicas. La ambulancia cargó el remendado paciente y lo llevo a San Salvador de Jujuy mientras él se iba a dormir la macha en una de las camas de Internación.
Al día siguiente, la mucama lo despertó para avisarle que tenía una llamada. - ¿Hola? - ¿Doctor Serapio? Habla el Doctor Gutiérrez, el Director del Hospital Pablo Soria. Quería felicitarlo por su trabajo con el accidentado. Es increíble lo que hizo con los pocos medios que usted tiene: acá estamos todos maravillados… ¡Ojala tuviéramos más médicos como usted! Preguntándose qué habría hecho el día anterior, después de colgar, le avisó al enfermero: - Me voy a carnavalear, que tengo una “consulta” pendiente con cierta señorita muy bien parecida… ¡y esta vez no me vengan a joder ni aunque se esté muriendo el mismísimo Papa!
ACLARACION: aunque inspirado en situaciones reales (o aparentemente reales), el apellido del protagonista (por estos lados Serapio es también apellido) fue elegido totalmente al azar, así que no hagan ningún tipo de especulaciones chismosas en torno al mismo…
Un abrazo.
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