¡Hola amigos!
Como sabéis hace ya mucho que, entre otros motivos por razones familiares, debí desprenderme de la Disco.
Ello me llevó a apartarme de ese mundo tan estimado que desde hacía muchas décadas formaba parte de mi y en cierto modo reflejaba a ese nómada que, en mayor o en menor grado, todos (unos más que otros) llebamos dentro y forma parte de nuestro ser.
Pasó el tiempo y la sed de aventura y de recorrer nuevos horizontes (aunque no tan nuevos para mi y quizás tampoco para los que de vosotros recordéis algunos de mis posts) me llevó a comprarme una moto, una Honda ADV 350
y con ella, en aquellos momentos que me es posible, recorro nuestra geografía ... ese rinconcito de mundo en el que vivo y que, aunque en la distancia, también lo es un poco vuestro.
De modo que con este post inicio una serie de entregas con el título de : "El nómada en moto".
Comencemos ...
Y qué mejor comienzo que allí de donde provienen mis orígenes y donde elegí hacer el estreno de mis rutas con la moto : una zona del centro de Catalunya donde mis abuelos tenían una masía desde pasadas generaciones.
Una “masía” es una casa de campo tradicional de Catalunya. En ella vivían los dueños de la tierra, así como aquellos que la trabajaban (los “masovers”) que percibían un tanto de la producción de la tierra por su trabajo.
Ésta, en concreto, se aparta en gran medida de la estructura tradicional de las masías, ya que proviene del siglo XV y tiene unas dimensiones y estructura mucho mayor y más compleja que las tradicionales masías.
Así mismo mi segundo apellido (“Ventayols”) proviene de ella; pues, por etimología, un “ventaiol” (según grafía original proviniente del latín) significa un lugar elevado en una zona de más baja altitud expuesto al viento. Y verdaderamente se encuentra en un promontorio sobresaliente en una zona de menor altitud ocupada por campos de labor y un torrente que discurre por su centro.
A ella se accede a través de un pequeño pueblo, del cual se encuentra a algo más de unos 6,5 km. y que, como elementos a destacar vemos la ermita de Sant Miquel, romànica del siglo XI con arcos lombardos en su ábside, que pese a recibir el apelativo de “ermita”, no hay constancia de que nunca haya estado ocupada ni se hubiera hecho cargo de ella ermitaño alguno.
Como curiosidad la puerta, en lugar de encontrarse hacia una orientación geogràfica concreta, está ubicada en la pared protegida de los rigores hivernales.
Y el segundo elemento a destacar es su castillo, del cual se tiene su primera constancia en el año 957 (siglo X) que, como una atalaya en lo alto del pueblo, goza de una extensa panorámica de toda la zona
En la visual del pueblo y bajo el cual se encuentrta la masía de mis antepasados, está el Puig Aguilera, que con una altitud de 625 m.s.n.m. domina la extensa planicie que tiene a sus pies
Etimológicamente su nombre proviene, así mismo, de la derivación latina que significa “promontorio de las águilas” (no en vano, en mi niñez no era extraña la referencia que hacían mis abuelos de tales aves rapaces).
Recuerdo con añoranza las tardes que con mi madre, mi hermana y mi abuela colocábamos la merienda en una cesta de mimbre e íbamos a merendar a su cima ...
En ella se encontraba una construcción que era un observatorio construído en la pasada guerra civil (1.936 – 1.939) desde el cual de detectaban los aviones que se dirigían a bombardear la ciudad de Barcelona y se daba el consiguiente aviso para que en Barcelona pudieran estar atentos a su llegada, repeler su ataque y poderse poner a recaudo
Lamentablemente, el vandalismo, es la lacra de los tiempos en que vivimos ya que lo recuerdo prácticamente con la construcción entera y no hace tantos años aún conservaba alguna pared en pie ... (la fotografía del Defender es de hace años)
No en vano, la panoràmica existente desde ahí da una prespectiva extraordinaria de toda la zona desde donde también podían divisarse las tropas que desde Madrid y provinientes de Zaragoza y Lleida se dirigían así mismo a atacar Barcelona
En mis recuerdos permanece aún un lugar al que mis abuelos nos decían que no nos acercáramos, pues era el “cobijo de la zorra” y que hacía un olor nauseabundo desde unos metros antes de llegar a él por la existencia de restos de animales capturados por el depredador que se pudrían y corrompían en su interior.
Tal funesto lugar no era otro que un pasadizo de escape del observatorio para poderlo abandonar rápidamente en caso de ser bombardeados por la aviación. Me costó encontrarlo debido a la vegetación existente que ha crecido en los últimos decenios pero finalmente dí con él
Continuará ...
Hecha la presentación del “comienzo” de estos posts, que iré poniendo sucesivamente, en el lugar de mis “comienzos”, seguiré preparando las aportaciones de lugares de lo largo y ancho de nuestra geografía.
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Miquel Rubio.
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